Dientes afilados, nariz y ojos terroríficos tallados en una
calabaza para convertirla en una calavera lumínica con la que asustar a los
vecinos por las estrechas y oscuras calles del pueblo. Historias de miedo para
pasar una velada en torno a una hoguera. Estas tradiciones no han llegado desde
el otro lado del Atlántico ni están bautizadas como Halloween. Son autóctonas,
del Alto Aragón
Y es que solo la gente más mayor de la zona se acuerda de la
costumbre de juntarse la víspera de Todos los Santos para la castañada, a 'fé
la charradeta', contar historias de cementerios, de brujas, apariciones...
También se hacían agujeros a las calabazas y les ponían dentro una vela o
hacían sonar las campanas horas y horas, todo para ahuyentar a los malos
espíritus, o se hacían bromas como la de ver quien se atrevía a ir a clavar un
clavo en la puerta del cementerio.